La época de exámenes, es sin duda una de esos
momentos que no dejan huella en el recuerdo, o al menos al echar la vista atrás
no aparecen como destacables en la
memoria.
Nerviosismo, ansiedad (si queréis
controlar esta ansiedad podéis leed -Curso
manejo de la ansiedad-) miedos, frustración,
cansancio y alivio cuando acaban!! Algunos estudiantes lo pasan francamente
mal... pero ¿y los profesores?. Los profesores tenemos mucha suerte, porque en esta
época no tenemos que estudiar, ni dar clase ¿verdad?
Sinceramente no sé si me da más pánico esa época
universitaria en la que no podía salir el fin de semana, o hacer un viaje,
porque venían los exámenes o la versión desde el punto del profesor.
Ser profesor implica muchísimo trabajo que no se
ve, en primer lugar te toca resolver todas esas dudas que por algún extraño
motivo no han surgido mientras explicabas el tema, ni cuando lo repetías en los
seminarios para hacer la práctica, ni en la clase de repaso que dejaste antes
del examen, las dudas aparecen la noche antes del examen, o en algunos casos de
alumnos aplicados, uno o dos días antes… de repente te encuentras el correo
saturado de emails de alumnos desesperados, que te preguntan con gran ansiedad todo tipo de dudas.... Por si esto no
fuera suficiente, debes sentarte a elaborar un examen que quieres que sea lo
más justo posible, justo para aquellos que vienen a clase, justo para aquellos
que han hecho unos trabajos excelentes y
justo para aquellos que no han venido ni para conocerte… y con tan variopinto
panorama es difícil ser justo con todo el mundo. Para colmo, Bolonia nos lo
pone fácil, porque ese examen que debemos elaborar, debe ser una parte de la
evaluación continua, por lo que para la fecha en cuestión, debes saber quiénes
pueden optar a tan preciado examen, así que dedicas tus vacaciones de Navidad,
la Semana Santa, el Corpus, las Fallas...,
corrigiendo todo tipo de trabajos que has mandado durante el
cuatrimestre/semestre para saber quién realizará el examen de la evaluación
continua y quien, el de la evaluación final.
Esto nos lleva a que debemos preparar y corregir
dos tipos de examen que evalúen diferentes porcentajes, y que sean justos, como
hemos comentado anteriormente. Cuando por fin tienes tus “deberes” preparados,
te toca pasar unas dos semanas vigilando exámenes, no hay cosa más aburrida y que te quite más tiempo en el mundo que estar
en silencio dos o 3 horas observando. Ahora, recuerdo una conversación con una
amiga mayor que yo y que era becaria del departamento de didáctica, que ayudaba
a vigilar exámenes, ella me decía entusiasmada que iba a estar en el examen tal
o cual y yo le decía que suerte tienes… que ilusa.
Colocar a los alumnos, que están nerviosos, tener
que observar si alguno intenta copiar, que deseas que no ocurra, porque cuando
ocurre... y tienes que actuar... yo personalmente paso un mal rato...esperar
que vayan finalizando, pasearte por la clase…
Cuando el alumnado va terminando sus exámenes y
comienza a entregarlos, puedes ver en su cara la misma satisfacción que cuando
uno sale del dentista, con más o menos consecuencias, pero feliz sabiendo que
tardarás en volver... Sin embargo para los profesores continúa el tormento, en
unos 3 días te encuentras con unos 200 o 300 exámenes que corregir... con la
presión de que debes meter las actas en plazo, pasar tardes en juntas de
evaluación, reunirte con los alumnos suspensos que te piden tutoría para
revisar sus exámenes y por si fuera poco prepararte las clases del segundo
cuatrimestre/semestre... Una odisea...
Queridos alumnos, sé que para muchos esto no es
un consuelo, pero aunque sea un momento duro, recordad que a los momentos
complicados les pasa como a la energía, no desaparecen sino que se trasforman,
aprended a pasar por ellos y afrontarlos de la mejor manera posibles. Felices
exámenes!!
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